Xi y Macron: El eje franco-chino que redefine el multilateralismo global

En un mundo azotado por guerras proxy y guerras comerciales latentes, la cumbre entre el presidente chino Xi Jinping y su homólogo francés Emmanuel Macron en Pekín este 4 de diciembre de 2025 emerge como un faro de pragmatismo diplomático. Los líderes no solo renovaron lazos bilaterales, sino que anunciaron compromisos concretos para abordar la crisis ucraniana, el cambio climático y el comercio inclusivo, con China aportando 100 millones de dólares para la reconstrucción en los territorios palestinos. Este encuentro, el cuarto de Macron en suelo chino, trasciende lo bilateral: es una jugada estratégica para contrarrestar el aislacionismo de Washington y forjar un orden multipolar más equilibrado.

El contexto no podría ser más volátil. Desde la reelección de Donald Trump, EE.UU. ha intensificado su retórica proteccionista, con aranceles amenazantes a importaciones europeas y asiáticas, mientras Rusia avanza en Ucrania y tensiones en Oriente Medio escalan. Xi y Macron, conscientes de esta fractura, optaron por un enfoque de “diálogo igualitario y apertura”, como lo describió Xi en su conferencia conjunta. Francia, como potencia media con ambiciones globales, ve en China un socio indispensable para diversificar su dependencia energética post-Rusia y avanzar en la Agenda 2030 de la ONU. Por su parte, Pekín busca legitimidad en Europa para contrabalancear presiones estadounidenses en el Indo-Pacífico, especialmente en el Mar del Sur de China.

Los antecedentes de esta alianza datan de 1964, cuando De Gaulle reconoció a la China comunista, sentando las bases de una relación que ha sobrevivido crisis como la pandemia y la guerra comercial de 2018. Hoy, con el PIB chino superando los 18 billones de dólares y Francia liderando la UE en diplomacia climática, los actores involucrados –Xi, Macron y sus equipos de asesores como el canciller Wang Yi y el ministro de Exteriores francés Stéphane Séjourné– delinean un partenariado con datos duros: un comercio bilateral que alcanzó 100 mil millones de euros en 2024, y compromisos para reducir emisiones en un 30% para 2030 mediante tecnología compartida en energías renovables.

Las consecuencias potenciales son profundas. En Ucrania, donde Putin rechazó propuestas de paz estadounidenses el mismo día, el dúo franco-chino aboga por “esfuerzos constructivos” vía diálogo, posiblemente impulsando una cumbre de la ONU en 2026. Económicamente, el anuncio de cooperación en cadenas de suministro verdes podría estabilizar precios de materias primas, beneficiando a economías emergentes como México, que depende de exportaciones manufactureras a ambos bloques. Sin embargo, críticos en Bruselas advierten de riesgos: ¿está Europa cediendo terreno a Beijing en derechos humanos, como el caso de Xinjiang?

“China y Francia, como naciones independientes, debemos elevar la bandera del multilateralismo”, declaró Xi, enfatizando un “mundo multipolar ordenado y equitativo”. Macron, por su lado, fue más directo: “En tiempos de incertidumbre, la cooperación no es una opción, sino una necesidad imperiosa para la paz global”, según transcripciones oficiales del Ministerio de Exteriores chino. Analistas como Françoise Nicolas del Ifri en París coinciden: “Este pacto no es antiestadounidense, pero sí un recordatorio de que Europa no puede ser mero seguidor de Washington”. Incluso en Washington, un asesor anónimo de la Casa Blanca admitió a Bloomberg: “Es un movimiento astuto; Trump subestima el atractivo de Xi en capitales europeas”.

Prospectivamente, este eje podría catalizar una “tercera vía” en la geopolítica: ni el unilateralismo trumpiano ni el autoritarismo ruso, sino un pragmatismo híbrido que priorice el bien común. En el corto plazo, esperamos avances en foros como el G20 de 2026, con posibles acuerdos en IA ética y migración climática. A mediano plazo, si prospera, podría mitigar riesgos de recesión global al fomentar inversiones cruzadas, estimadas en 500 mil millones de euros para 2030. Para México y América Latina, la lección es clara: en un tablero donde las potencias bailan al ritmo de sus intereses, la diplomacia diversificada no es lujo, sino supervivencia. Este puente franco-chino nos invita a reflexionar: ¿estamos listos para tender los nuestros, o nos quedaremos al margen de la historia?

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