En un giro que evoca las tensiones de la Guerra Fría, el presidente Donald Trump enfrenta un impasse con Nicolás Maduro tras un controvertido segundo ataque a un barco sospechoso de narcotráfico en el Caribe, autorizado por el secretario de Defensa Pete Hegseth. Este incidente, que ha generado acusaciones de posibles crímenes de guerra, subraya la complejidad de la estrategia estadounidense para promover un cambio de régimen en Venezuela, mientras Maduro se atrinchera con apoyo de aliados como Rusia y China.
El desarrollo de esta crisis se remonta a septiembre de 2025, cuando fuerzas estadounidenses realizaron un primer strike contra una embarcación vinculada al narcotráfico, presuntamente operada por carteles aliados al régimen venezolano. Según reportes de CNN y The Guardian, Hegseth autorizó un segundo ataque que resultó en la muerte de sobrevivientes, aunque la Casa Blanca insiste en que no se ordenaron ejecuciones directas. Actores clave incluyen a Trump, quien busca proyectar fuerza en su agenda antinarcóticos; Maduro, que denuncia intervencionismo imperialista; y aliados regionales como México, que rechaza cualquier escalada militar. Antecedentes incluyen sanciones económicas previas que han debilitado la economía venezolana, con un PIB contraído en un 75% desde 2013, y migración masiva de más de 7 millones de venezolanos, impactando economías vecinas.
Datos relevantes destacan que Venezuela produce el 80% de la cocaína que ingresa a EE.UU., según la DEA, lo que justifica para Washington su intervención. Sin embargo, el incidente ha provocado críticas bipartidistas en el Congreso estadounidense, con legisladores demandando transparencia sobre las órdenes de Hegseth. Posibles consecuencias incluyen una mayor polarización hemisférica, con riesgo de que Maduro busque más apoyo de potencias como Irán, complicando el equilibrio geopolítico en América Latina. Económicamente, una escalada podría disruptir el suministro de petróleo venezolano, elevando precios globales en un 10-15%, según analistas de Bloomberg.
Citas de líderes ilustran la tensión: Trump declaró en una reunión oval: “Hablamos con Maduro, pero si no coopera, tomaremos medidas decisivas”, según fuentes de CNN. Un analista de Brookings Institute, Michael O’Hanlon, comentó: “Esto no es solo sobre drogas; es una prueba para la doctrina Trump de ‘América Primero’, que podría alienar aliados si se percibe como unilateral”. Por su parte, Maduro respondió en un discurso: “No cederemos ante amenazas yanquis; Venezuela resistirá con dignidad”.
En el corto plazo, esta crisis podría llevar a más sanciones o incluso operaciones encubiertas, intensificando la inestabilidad en el Caribe y afectando rutas comerciales. A mediano plazo, podría redefinir las relaciones EE.UU.-Latinoamérica, fomentando bloques antiimperialistas y complicando esfuerzos conjuntos contra el narco. En última instancia, este episodio resalta cómo la política interna estadounidense influye en la geopolítica global, recordándonos que la búsqueda de seguridad puede generar mayores inseguridades si no se maneja con diplomacia equilibrada.

