En un giro que podría redefinir el mapa geopolítico de Oriente Medio, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó ayer una resolución respaldando el ambicioso plan de paz para Gaza propuesto por el presidente estadounidense Donald Trump. Tras dos años de un conflicto devastador entre Israel y Hamás, que ha cobrado miles de vidas y desplazado a millones, esta medida representa un paso hacia la estabilización, aunque no sin controversias sobre su viabilidad y equidad.

El desarrollo de esta noticia se enmarca en un contexto de agotamiento regional y presiones internacionales. La guerra en Gaza, iniciada en octubre de 2023 con el ataque sorpresa de Hamás contra Israel, escaló rápidamente a una crisis humanitaria global. Según datos de la ONU, más de 40,000 palestinos han muerto, y la infraestructura del enclave ha sido destruida en un 70%, exacerbando la pobreza y el desempleo en una zona ya dependiente de ayuda internacional. Los actores clave incluyen a EE.UU., como arquitecto del plan; Israel, bajo el liderazgo de Benjamin Netanyahu, que ha priorizado la seguridad nacional; y Hamás, debilitado pero aún influyente en Gaza. Antecedentes revelan que el plan de Trump, de 20 puntos, se inspira en acuerdos previos como los de Oslo, pero enfatiza una “estabilización internacional” con tropas de países aliados para supervisar un cese al fuego y reconstrucción. El mes pasado, Israel y Hamás acordaron la fase inicial: liberación de rehenes y un alto el fuego temporal, allanando el camino para esta resolución.

Datos relevantes subrayan la urgencia: el PIB de Gaza ha caído un 80% desde 2023, impactando economías vecinas como Egipto y Jordania, que han absorbido oleadas de refugiados. Posibles consecuencias incluyen una reducción en tensiones con Irán, principal patrocinador de Hamás, y un alivio en precios globales del petróleo, que han fluctuado por inestabilidades en el Estrecho de Ormuz. Sin embargo, críticos argumentan que el plan favorece a Israel, ignorando demandas palestinas como un estado independiente, lo que podría avivar resistencias internas.

Líderes han reaccionado con cautela. Trump declaró en una conferencia: “Este es el acuerdo del siglo, uno que trae paz real y prosperidad a una región cansada de sangre”. Por su parte, el secretario general de la ONU, António Guterres, enfatizó: “La resolución legitima un camino hacia la gobernanza transicional, pero su éxito depende de la cooperación genuina de todas las partes”. Analistas como el experto en Oriente Medio del Brookings Institution, Michael O’Hanlon, comentan: “Es un avance pragmático, pero sin inclusión palestina plena, podría ser solo un parche temporal”.

En el corto plazo, esta resolución podría facilitar la entrada de ayuda humanitaria y reconstrucción, aliviando la crisis en Gaza y reduciendo riesgos de escalada regional. A mediano plazo, influirá en dinámicas globales: fortaleciendo la posición de EE.UU. en Oriente Medio frente a rivales como China y Rusia, que abstuvieron en la votación, y promoviendo alianzas con países árabes moderados. Sin embargo, si falla, podría profundizar divisiones, afectando la credibilidad de la ONU y exacerbando migraciones hacia Europa. En última instancia, el plan Trump no es solo sobre Gaza; es un test para el multilateralismo en un mundo multipolar, donde la paz duradera exige más que resoluciones: exige voluntad colectiva.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *