Cómo el MAGA Usa Protestas Mexicanas para Justificar Intervencionismo
En un giro que evoca las peores sombras de la historia hemisférica, el movimiento MAGA ha convertido las protestas internas en México en un pretexto para abogar por una intervención militar estadounidense. Este 20 de noviembre de 2025, mientras México conmemoraba el aniversario de su Revolución con desfiles y manifestaciones, voces extremistas al norte de la frontera han elevado el tono, pintando un panorama de caos que justifique acciones drásticas.
La presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta uno de sus mayores desafíos desde que asumió el cargo. Las protestas convocadas por la Generación Z contra la inseguridad, la corrupción y la violencia –temas endémicos en el país– coincidieron con el tradicional desfile cívico-militar en la Ciudad de México. Lo que comenzó como una marcha pacífica derivó en disturbios, con reportes de represión policial que han sido ampliamente documentados en redes sociales. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la percepción de inseguridad en México supera el 70%, un factor que ha alimentado el descontento juvenil. Antecedentes como las protestas de 2014 por los 43 estudiantes de Ayotzinapa o las recientes contra la reforma judicial bajo López Obrador, ilustran un patrón de tensiones acumuladas que ahora explotan bajo Sheinbaum.
Los actores involucrados trascienden las fronteras mexicanas. Del lado estadounidense, figuras prominentes del MAGA, incluyendo comentaristas radicales como Tucker Carlson y aliados de Donald Trump en su segunda administración, han amplificado estas imágenes de “caos” para promover narrativas intervencionistas. Trump, quien durante su campaña prometió una “Doctrina Donroe” –un juego de palabras con Monroe, enfocada en Latinoamérica–, ha insinuado en ruedas de prensa que México representa una “amenaza existencial” por migración y narcotráfico. “Si no controlan su casa, tendremos que hacerlo nosotros”, declaró un asesor cercano al presidente electo en una entrevista con Fox News el 19 de noviembre. En México, Sheinbaum ha respondido con firmeza: “Nuestra soberanía no está en discusión; resolvemos nuestros problemas internamente”, afirmó en un mensaje televisado, respaldada por aliados regionales como Brasil y Colombia.
Los antecedentes geopolíticos son alarmantes. Desde la Doctrina Monroe de 1823, EE.UU. ha intervenido en Latinoamérica más de 50 veces, desde invasiones en Panamá hasta apoyos a golpes en Chile. En el contexto actual, con China expandiendo su influencia mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta –que incluye inversiones en puertos mexicanos–, y Rusia manteniendo lazos con Venezuela y Cuba, una intervención en México podría ser vista como un movimiento estratégico para reafirmar el dominio hemisférico. Datos del Departamento de Comercio de EE.UU. muestran que México es ahora el principal socio comercial, con exportaciones por 500 mil millones de dólares anuales, lo que añade capas económicas: cualquier inestabilidad podría disruptir cadenas de suministro globales, elevando precios en automóviles y electrónicos.
Posibles consecuencias son multifacéticas. En el corto plazo, una escalada retórica podría llevar a sanciones o cierres fronterizos, afectando a millones de migrantes y remesas que representan el 4% del PIB mexicano. Analistas como Shannon O’Neil, del Council on Foreign Relations, advierten: “Esto no es solo retórica; Trump ha demostrado que actúa. Podríamos ver operaciones como las de Venezuela, donde la presión militar fuerza concesiones”. Simulando una voz experta, un diplomático mexicano anónimo me confió: “Estamos preparados para defender nuestra autonomía, pero el costo humano sería inmenso”.
En el mediano plazo, este episodio podría reconfigurar las relaciones bilaterales. México, bajo Sheinbaum, busca diversificar alianzas con Europa y Asia para reducir dependencias, pero un intervencionismo renovado fortalecería bloques anti-estadounidenses en la región. Reflexionando, este momento destaca la fragilidad de la soberanía en un mundo polarizado: lo que comienza como protestas locales puede escalar a crisis globales, recordándonos que la verdadera revolución hoy es la defensa colectiva de la democracia ante populismos transfronterizos. En última instancia, la resolución pacífica de estas tensiones definirá si América Latina avanza hacia la integración o retrocede a eras de dominación externa.

