Queridos lectores, agárrense de sus sombreros de charro, porque la política mexicana está que arde, ¡y no precisamente por un buen pozolito! Hoy, el Senado de la República se convirtió en el escenario de un drama digno de telenovela, con manifestantes dando portazos, gritando “¡traidores!” y poniendo el ambiente más tenso que un partido México-Argentina en penales. ¿El motivo? La Reforma al Poder Judicial, esa propuesta que tiene a medio país sacando las palomitas y a la otra mitad arrancándose los cabellos.

Imagínense la escena: senadores tratando de discutir con seriedad (o al menos fingiéndolo), mientras afuera un grupo de trabajadores y estudiantes, como si fueran extras de una película de acción, intenta entrar al recinto al grito de “¡traidores!”. No sé si reírme o aplaudir la pasión. Porque, seamos honestos, en México no hay nada más mexicano que protestar con todo el corazón, aunque sea desquitándose con las puertas del Senado. ¡Pobre carpintero que tenga que repararlas!

Ahora, ¿qué está pasando con esta reforma? En términos simples, el gobierno de Morena quiere cambiar cómo se eligen a los jueces y magistrados, diciendo que así se acaba la corrupción en el Poder Judicial. Suena bonito, ¿no? Pero los críticos, incluidos los manifestantes, argumentan que esto le da demasiado poder al gobierno para meter mano en los tribunales. Y claro, cuando el gobierno empieza a jugar al chef con la receta de la justicia, muchos se preguntan: “¿Y luego quién nos defiende de los defensores?”

Lo más gracioso (o trágico, según el humor con el que amanecieron) es que esta reforma ya lleva meses siendo la comidilla de la política mexicana. Es como ese primo que llega a la fiesta familiar con un chisme jugoso: todos quieren opinar, pero nadie sabe bien cómo terminará la cosa. Y mientras tanto, el senador Miguel Yunes Márquez, como si fuera el héroe inesperado de la telenovela, dio el voto que asegura la mayoría calificada para aprobarla. ¡Aplausos para el drama!

Pero no todo es risas. Este portazo en el Senado nos recuerda que la política no es solo un circo de discursos y promesas. Hay gente de carne y hueso, preocupada por el futuro del país, que siente que su voz no está siendo escuchada. Y aunque el grito de “¡traidores!” pueda sonar como un buen meme, detrás hay una preocupación real: ¿quién garantiza que la justicia seguirá siendo, bueno, justa?

Así que, amigos, mientras el Senado se convierte en el ring de la política mexicana, saquen sus palomitas y mantengan los ojos abiertos. Porque en este país, entre portazos, reformas y gritos, siempre hay una sorpresa esperando en la próxima esquina. Y si no me creen, pregúntenle a las puertas del Senado, que hoy se llevaron la peor parte.

¡Nos leemos pronto, y que la política no nos quite el buen humor!

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