En un giro que podría redefinir el panorama de Oriente Medio, el presidente Donald Trump ha mediado un acuerdo de tregua entre Israel y Hamás, que incluye el intercambio de todos los rehenes israelíes restantes por prisioneros palestinos. Este pacto, anunciado el jueves, marca un posible fin a dos años de conflicto devastador en Gaza, donde miles han perdido la vida y la infraestructura ha sido arrasada. Celebraciones en calles israelíes y palestinas reflejan un alivio colectivo, aunque la durabilidad del cese al fuego sigue siendo una incógnita en un región marcada por ciclos de violencia.
El contexto de este acuerdo se remonta al estallido de la guerra en 2023, cuando Hamás lanzó un ataque sorpresa contra Israel, matando a más de 1,200 personas y tomando cientos de rehenes. Israel respondió con una ofensiva masiva que ha causado, según estimaciones de la ONU, más de 40,000 muertes en Gaza y un colapso humanitario, con hambruna y desplazamientos masivos. Antecedentes incluyen fallidos intentos de mediación por parte de Qatar, Egipto y la administración anterior de Biden, que no lograron superar desconfianzas profundas. Trump, en su segundo mandato, intervino con un enfoque característico: diplomacia directa y presión económica. Fuentes cercanas a las negociaciones indican que utilizó incentivos como promesas de inversión estadounidense en reconstrucción gazatí y amenazas de sanciones adicionales contra Irán, principal patrocinador de Hamás.
Los actores clave incluyen al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, quien ha enfrentado críticas internas por prolongar la guerra para mantener su coalición; Yahya Sinwar, líder de Hamás en Gaza, cuya posición se debilitó por pérdidas militares; y Trump, quien posicionó a EE.UU. como garante neutral. Datos relevantes subrayan el costo: el PIB de Gaza ha caído un 80% desde 2023, según el Banco Mundial, mientras Israel ha gastado más de 60 mil millones de dólares en operaciones militares. Posibles consecuencias incluyen un alivio en precios globales del petróleo, al reducir riesgos en el Estrecho de Ormuz, y un impulso a la normalización árabe-israelí, como los Acuerdos de Abraham extendidos.
“Este es un triunfo de la diplomacia audaz; hemos demostrado que la fuerza y la negociación pueden romper ciclos de odio”, declaró Trump en una rueda de prensa, reivindicando su rol. Por su parte, un analista de la Universidad de Boston, como citado en reportes, afirmó: “Bajo el acuerdo Trump, la tregua inicia un ventana de 72 horas para el intercambio, pero sin mecanismos robustos de verificación, podría colapsar”. Netanyahu agregó: “Honraremos el pacto por nuestros ciudadanos, pero la seguridad de Israel es innegociable”. Simulando voces expertas, un hipotético diplomático de la UE podría decir: “Este deal es pragmático, pero ignora raíces como la ocupación; sin progreso en un estado palestino, la paz será efímera”.
En prospectiva, este acuerdo podría influir en el corto plazo al estabilizar mercados energéticos y reducir flujos migratorios por inestabilidad. A mediano plazo, fortalece la imagen de Trump como “pacificador”, potencialmente afectando elecciones globales y alianzas anti-Irán. Sin embargo, si falla, podría escalar tensiones, involucrando a Hizbulá o Irán en un conflicto más amplio. En última instancia, este momento recuerda que la paz en Oriente Medio no es solo militar, sino un delicado equilibrio de intereses económicos y humanos, donde un paso adelante podría inspirar diálogos duraderos o revelar fragilidades subyacentes.

